El 3 de diciembre se ha convertido en una fecha maldita para los
amantes del baloncesto. Aquel día, en 1989, el destino le jugó una mala
pasada al deporte de la canasta cuando, mediada la tarde, un accidente
en la madrileña M-30 le costaba la vida a uno de los iconos del
baloncesto español: Fernando Martín Espina. Han pasado 24 años de aquel
trágico día y aún hoy el baloncesto, y el deporte en general, sigue
llorando su pérdida.
Aquel día el Real Madrid recibía al CAI Zaragoza en el viejo Palacio
de los Deportes. Fernando no podía jugar ese partido por sus continuos
dolores en la espalda. Sin embargo, no quería dejar de estar al lado de
sus compañeros. Cogió su coche, un Lancia Thema 8.32, y salió de casa
para recoger a su compañero Quique Villalobos.
Amante de la velocidad, Martín perdió el control de su vehículo
cuando cogió la incorporación a la M-30 desde la carretera de Barcelona.
Tras saltar la mediana, invadió el carril de sentido contrario e
impactó contra otro vehículo. El conductor del otro coche, Ricardo
Delgado, estaba gravemente herido. Fernando falleció en el acto.
La noticia no tardó en correr como la pólvora. El mundo del deporte
se teñía de negro, mientras que los aficionados no daban crédito a lo
que estaba sucediendo. Tenía que ser mentira. Pero, por desgracia, era
verdad. El hombre que abrió el camino del baloncesto español en la mejor
Liga del mundo y que ayudó a encumbrar el deporte de la canasta en
nuestro país se había ido.
Inconformista por naturaleza, abrió el camino de la NBA que después
seguirían los Gasol, Rudy, Navarro y compañía. Jugó poco, pero hizo algo
mucho más valioso: cumplió un sueño. Las huellas estaban en el suelo y
su página en los libros de historia, escrita.
En el Estudiantes, en el Madrid, en los Blazers o en la selección,
Fernando Martín se labró su propia leyenda. Y esa leyenda es la de un
mito que, 24 años después, regresa a la memoria de todos los que aman el
baloncesto.
La figura de Fernando permanecerá siempre en el recuerdo. Fue un
pionero que demostró al mundo que los sueños, a veces, se hacen
realidad.
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